...Y trabajaras y no será una maldición, pero no harás de tus disfrutes, un deber, para no terminar maldiciendolos como si de trabajo se tratase.
-¡Pues se van todos al mismo demonio!
Evaristo, no era Evaristo, pegados sus lentes al periódico.
Él, ejemplo de puntualidad, pulcritud y buen hacer, día tras días durante veinticinco años, detrás del mostrador, con su rostro y su pelo gris, esperando cumplir los treinta para recibir en reconocimiento a su esfuerzo, un reloj con el nombre de la empresa, uno de esos, que cualquier prostituta se gana, en un noche de dos turnos.
Nadie podía entender.
-Sufrió un ACV.-decían unos.
-Su mujer lo abandonó.- Arriesgaban otros.
-Enloqueció por una rubia de treinta. Sí, esa, la cajera del supermercado. - Murmuraban los más.
-¡Se van a la madre que los parió, que a mi no me vuelven a ver el pelo!- Profería el trabajador, que por falta de acomodo, nunca pudo lucir como empleado del mes.
Estaba hecho una furia, y sus compañeros lo desconocían. Él...siempre tan dado a quedarse fuera de hora, sin pago de horas extras. Amigo de cualquiera, que necesitara un favor.
Como una ráfaga, tomó sus petates. Arrancó el saco gris, de la silla gris, del rincón del lado gris de la oficina, y casi se lo lleva puesto la puerta giratoria, que estuvo a nada, de devolverlo al interior de la oficina.
Fue la comidilla de los mediocres y el enojo de sus jefes. El reporte de lo acontecido llegó más temprano que nunca, al Directorio.
Las siete de las ocho horas reglamentarias, se cumplieron entre chisme y chisme.Al pobre Evaristo, no se lo podía enfangar más.
A la siete cero uno, alguien comentó, que no se sabía si había sido fraude o no,el boleto ganador de la lotería de navidad, jugada en la mañana. El número premiado apareció en pantalla, antes que la bolilla rodara por la canaleta milagrosa. El programa se había emitido en vivo como siempre, pero aquello no olía bien, en consecuencia se procedía a declarar nulo el resultado y el sorteo se volvería a realizar en dos días.
El resto de las ocho horas, pasó muy ágil, comentando la novedad. La oficina hoy había estado, de alquilar escritorios y chismorrear.
Al día siguiente, un rostro más pálido y más gris que de costumbre, ingresaba a la oficina, y se colocaba detrás del gris mostrador. Lo que había parecido una bendición, había sido otro sueño más, que rompió su hechizo con el estridente despertador de la realidad.
La maldición bíblica, se cumplió dos veces, la segunda por el camino que buscó la redención en la buena fortuna.Con su cabeza gacha, falto de toda dignidad, mancillado su honor y víctima de una cruel emboscada del destino, Evaristo volvió a su opaco trabajo, donde solo continuaría brillando, el sudor de su frente, al ritmo del tic tac de un reloj con la hora oficial.