Es él. Está aquí. Me mece por las noches, apasionado y tierno. Con su protagonismo, me roba la llegada de cualquier otro galán.
Es él. Está aquí. Lucho con sus hojas, que debajo de la puerta, dan cuenta de su presencia por la mañana.
Es él. Está robando mis colores, vistiéndose de otoño y gris.
A él, le imploro que deje entrar el sol, que ya es tiempo de que otras ilusiones llenen de flores mi cabeza: una guirnalda, una corona, un jardín pronto al amor.
Hoy, temprano, casi cuando el cielo estaba desnudo de estrellas, lo he visto talado, despojado, decrépito. Solo unas hojas adornando su cresta trunca. Un penacho absurdo, que cuenta de tiempos mejores, ridículas historias.
Es él. Está aquí. Yo lo consuelo, porque se que todo pasa y nada queda, y aun sin pena ni gloria, por haber sido quien fue, merece un beso en la frente y una caricia en su hombro, para luego sucumbir, al hacha del leñador.
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